La maternidad es una simple palabra que conlleva una difícil explicación.
Según la RAE, es el “estado o cualidad de madre” pero, en mi opinión, es un punto de inflexión en la vida de toda madre. Es una experiencia que cambia el orden de tus prioridades, que exige una responsabilidad grandísima para poder criar y cuidar con consciencia a la persona más importante de tu vida y que, por tanto, requiere de un aprendizaje continuo y flexibilidad mental a lo largo de la vida.
La maternidad es un gran cambio en la vida de la mujer, tanto a nivel físico como psicológico, y así lo dice la ciencia.
Desde el embarazo empiezan a aparecer cambios físicos en todos los órganos y sistemas del cuerpo. Por ejemplo, a nivel cardiovascular hay un aumento de la frecuencia cardíaca, el gasto cardíaco y las resistencias vasculares, lo que facilita la aparición de varices, edemas en los miembros inferiores o hemorroides.
Debido a los cambios hormonales, se producen, sobre todo al inicio del embarazo, náuseas y vómitos. También es frecuente el estreñimiento por un enlentecimiento del tránsito intestinal, y, debido a la presión que va ejerciendo el útero en crecimiento, puede haber reflujo o acidez.
Se produce también una compensación del centro de gravedad con una hiperlordosis lumbar que puede ocasionar dolores de espalda.
Por no hablar de las alteraciones más evidentes como son la ganancia de peso, el aumento del tamaño de las mamas y abdomen, las alteraciones en la pigmentación de la piel…
También se dan cambios a nivel psicológico. Destacan los pensamientos ambivalentes, con cambios de humor frecuentes que varían desde la ansiedad, la fatiga, el agotamiento, la somnolencia, estados depresivos, hasta la excitación. Y cambios cerebrales en la madre, principalmente reducciones en el volumen de materia gris en regiones relacionadas con la cognición social, que duran al menos 2 años después del embarazo y que conllevan medidas de apego materno en el posparto.
Esto es la preparación para la maternidad real. Debemos conocer los cambios en nuestro cuerpo, saber qué está ocurriendo y por qué, ya que todo esto, unido a la inexperiencia, junto a la multitud de creencias y mitos absurdos que hay en relación a la maternidad, pueden hacerte dudar de tu instinto y perder la confianza que necesitas para la crianza de tus hijos.
Por eso, me gustaría hablar de algunos mitos en relación a la maternidad que están popularmente muy extendidos y que no tienen ningún respaldo científico:
¨Conocer el sexo del bebe por la forma de la barriga de la madre¨:
Hay quien piensa que, si la forma de la barriga de la madre durante el embarazo es picuda, el bebé que espera va a ser niño. O, por el contrario, si la forma es más redonda será niña.
Esto es una creencia popular que no tiene base científica. La única forma de averiguar el sexo del bebé es a través de la ecografía.
La forma de la barriga de la madre se debe a otros factores como pueden ser la tonicidad de los músculos del abdomen, a la existencia de embarazos previos, a la posición del bebé en el útero… pero nunca predice el sexo del bebé.
¨En el embarazo debes comer por dos¨:
Este mito tan extendido es falso y puede llevar a la madre a descuidar su alimentación abusando de productos procesados y con escaso valor nutricional que no son adecuados. La dieta que debe seguir una mujer embarazada debe ser saludable, equilibrada y variada, puesto que, durante el embarazo, el cuerpo se va preparando para la lactancia, y acumula nutrientes para ese momento.
¨Tener ardores y bebé con mucho pelo¨:
Como los anteriores, esta circunstancia no tiene ninguna evidencia científica que lo respalde. De hecho, sí que la ciencia puede explicar el motivo de los ardores en el embarazo y es debido a la acción hormonal de la progesterona, que relaja el esfínter esofágico inferior, y a la presión que va ejerciendo el aumento del tamaño del útero; estos hechos facilitan el reflujo y los ardores, pero nada tiene que ver con la densidad capilar del futuro bebé.
¨Beber abundante agua para producir más leche¨:
No solo no es verdad, sino que realmente un aumento excesivo en la ingesta de agua, por encima de sus necesidades, puede provocar justamente lo contrario y hacer que disminuya la producción de leche materna debido a un efecto paradójico.
Es cierto que la producción de leche materna requiere de una adecuada ingesta de líquidos, pero lo correcto será ingerir agua en función a la sensación de sed que tenga la madre y no forzar una ingesta excesiva.
¨No lo cojas en brazos que se mal acostumbra¨:
Este comentario puede hacer mucho daño, y no sólo a la madre/padre, que por instinto desea coger y abrazar a su bebé, sino también para el correcto desarrollo afectivo del bebé. Todo ser humano necesita contacto y cariño, y responder a las necesidades de tu hijo con esto, no sólo no le perjudicará, sino que le beneficiará.
Como puedes ver, aunque la experiencia es un grado, las creencias populares no siempre son acertadas, por eso es importante seguir a tu instinto siempre, y estar bien informado con las ultimas recomendaciones científicas y, en caso de duda o necesidad, consultad con profesionales actualizados.