“Cariño, cómete la comida”, “Venga que no comes nada”, “¡Hasta que no te lo termines todo, no te levantas”, “Aquí viene el avión, ¡abre la boca!” … ¿Te suenan estas frases? Seguramente las hayamos escuchado alguna vez, pero esto no significa que sean correctas.
Los bebés, al igual que los adultos, si les dejamos, muestran señales de saciedad. Saben qué comer y cuánto comer.
La responsabilidad de los padres está en ofrecer una dieta sana, variada y equilibrada.
Los bebés no comen lo que nosotros como adultos esperamos que coman. Por eso, lo mejor para decidir esto, es confiar en la capacidad de autorregulación del bebé, ofrecerle alimentos saludables y variados a demanda, y respetar sus señales de saciedad.
Os voy a contar los resultados de un estudio que se presentó en 1939 en EE UU, justo antes de la II Guerra Mundial. Lo llevó a cabo la pediatra Clara M Davis, al investigar lo que sucedía si se les permitía a los niños decidir qué y cuánto comer:
Esta pediatra se hizo cargo, de manera provisional, de un grupo de 15 niños recién destetados, hijos de madres con pocos recursos económicos, con edades comprendidas entre los seis meses y cuatro años y medio, que eran los que tenían los dos últimos niños en marcharse.
Durante este tiempo, llevó a cabo un control exhaustivo en los niños con alrededor de 37000 registros en comida, anotando los gramos de comida que ingerían, las deposiciones que realizaban, control de peso y talla…
La alimentación que les proporcionó a estos niños se basaba en dejar decidir a ellos mismos qué comer, cuánto comer y cómo (sin explicarles un orden de alimentos) de una lista de 33 productos en la que estaban incluidos todos los grupos de alimentos: lácteos, frutas, proteínas animales, cereales, verduras y legumbres. El cocinado era sin aliño, presentados sin mezclar, y distribuidos en 3 o 4 comidas, de forma que los niños fueran autónomos a la hora de comer.
Los cuidadores estaban presentes acompañando a los niños, pero no se les permitía realizar ningún tipo de indicación a los bebés.
Algunos de los resultados que se obtuvieron fueron:
- Los niños eran capaces de adaptar la cantidad de kcal. ingeridas a sus necesidades energéticas en cada etapa de crecimiento.
- Cada una de las dietas elegidas por los niños era totalmente diferentes entre sí, pero todas igualmente equilibradas, donde cada niño iba adaptando sus necesidades nutricionales a sus gustos
- La distribución media de los alimentos era de: 17% proteínas, 35% grasas y 48% carbohidratos. La cantidad de proteínas disminuía con la edad y elegían casi siempre las de más alto valor biológico.
- Se observó una disminución del apetito 24 o 48 horas antes del brote de la enfermedad y se recuperaba 12 horas antes de que la enfermedad cediera.
- En niños que consumían poco o ningún lácteo durante períodos prolongados, se pudo observar en controles radiológicos que mantenían una densidad ósea adecuada; ello indicaba que extraían el calcio de fuentes diferentes a los lácteos.
Curioso, ¿verdad?
Es muy importante confiar en nuestros bebés, por eso, debemos respetar y confiar en su autorregulación, ofreciendo siempre una alimentación variada, equilibrada y de forma segura.